jueves, 31 de julio de 2008

A la búsqueda de Santa Claus (Laponia I)

Venir a Finlandia tres semanitas y olvidarse de Santa Claus sería un desdoro. Eso pensamos nosotros, por lo que decidimos visitar sus dominios y así evitar que se tomara la venganza de no traernos nada por Navidad. Para ello nos montamos una excursioncita al norte del país a fin de visitar sus dominios, o sea Laponia (Lappi en finés). Contando con coche la cosa es sencilla, aunque es preciso hacer unos pocos kilómetros y aquí no han destinado, como nosotros, los fondos europeos a la construcción de infraestructuras. Así, el lunes pasado salíamos con la fresca para hacer de una tacada Tampere-Rovaniemi, la capital de Laponia, ciudad situada a unos kilómetros de la línea del Círculo Polar Ártico. Este fue, más o menos, el mapa de nuestro recorrido
Como prueba de que estamos en una zona del planeta donde en verano el día es eterno y, dicen, en invierno ocurre lo mismo con la noche, a las 7:30 el sol estaba en Tampere muy alto y por la noche, casi a las 22:00, en Rovaniemi parecía media tarde. Los Ahonen nos habían preparado una ruta de casi 2.000 kilómetros que nos planteamos realizar en tres días, pero no calculamos bien. La completamos casi en su totalidad, pero nos hubiera hecho falta un día más para hacerla con mayor tranquilidad. Qué se le va a hacer, cosas del directo. Menos mal que los días son muy largos y el esfuerzo mereció la pena.
Enfilamos la carretera en dirección a Pietarsaari, en la costa del Golfo de Botnia, para seguir subiendo junto al litoral hasta Kemi, a unos pocos kilómetros de la frontera con Suecia, y desde allí dirigirnos a Rovaniemi. Hicimos una paradita en uno de los lagos que nos topamos por aquello de estirar las piernas y tomar un cafecito. Lo primero fue posible y caminamos por una pasarela de madera que comunica dos zonas de este lago y donde una pareja de lugareños se dedicaba a la pesca. El café quedó para otro momento; el bar-restaurante de carretera abría a las 10:00 (??) y faltaban veinte minutos. Decidimos seguir la ruta y paramos un rato en Seinajoki con el objetivo de ver una de las actuaciones (ayuntamiento, iglesia, biblioteca y teatro) más conocidas del arquitecto Alvar Aalto, pero de él contaremos cosas y pondremos fotos en el siguiente capítulo porque tiene mucho interés.
Así que aplazamos el tentempié hasta las dunas de Kalajoki, que nuestros anfitriones nos habían señalado como parada. Llegamos al mediodía y nos dimos un paseo. Es un entorno dunar que a nosotros podía no llamarnos especialmente la atención, pero que con el tipo de costa de aquí sin duda se sale de lo corriente. Hacía mucho viento y no vimos a nadie bañándose pues hacía fresquito (unos 19 grados). Además, cubría tan poco que a cien o doscientos metros de la costa había gente paseando con el agua por los tobillos. Por nuestra parte encontramos un hostal-restaurante donde con una vista magnífica comimos aceptablemente bien. Las casetas de la foto eran las únicas en la inmensa playa y nos llamaron la atención porque estaban como desubicadas, colocadas de manera aleatoria y sin nadie a su alrededor, casi un montaje.
A media tarde la siguiente -y última- parada fue Oulu, ciudad industrial con una pujante universidad donde van muchos Erasmus españoles de carreras técnicas. No teníamos referencias y nos gustó bastante. Este era el edificio del ayuntamiento (en finés "raupugintalo") de finales del XIX, que aquí es mucho, aunque en otras ciudades europeas sería antes de ayerPaseamos por la zonas peatonales del centro, muy animadas, y llegamos hasta el puerto, donde Juanma se hizo una foto con una estatua que, quizás, pretende homenajear a los guardias municipales de aquí y que podría firmar Botero.
Nos gustó la recuperación de la zona porturia, donde una serie de almacenes han sido reconvertidos en locales de ocio y restauración y conviven aparentemente sin problemas con un barrio residencial. Una vez más reconfirmamos que las ciudades finesas no son nada del otro mundo para nuestros criterios dada su juventud, pero pese a ello han sido diseñadas con un respeto al medio ambiente y un ansia por disponer de espacios libres, zonas verdes y rechazo a la masificación que producen envidia. Éso y la contribución de los ciudadanos, ya que ver un plástico tirado o una construcción fuera de tono en una casa es rarísimo.
Esta foto es de una zona totalmente nueva.
Desde aquí enfilamos hasta Kemi y, ya por el interior, la carretera con destino a Rovaniemi. De inmediato se redujo el tráfico y empezamos a notar que había menos pobladores. Las granjas y las viviendas se espaciaban, pero el paisaje seguía siendo el mismo: bosques, lagos y una discretísima presencia del hombre. Varias veces tuvimos que parar por obras que inutilizaban un carril. Otra vez tuvimos que detenernos por una cola de coches mientras bomberos y policías retiraban a un camión que se había salido de la carretera. Es el primer accidente que hemos visto. Por el camino comprobamos que en muchos puntos de las carreteras han colocado marquesinas enxebres para esperar el autobús; suponemos que en invierno serán vitales. A la capital lapona llegamos tarde, pero con la misma luz que si fueran las cuatro de la tarde. Nos costó un poco encontrar el City Hotel que, de todas formas estaba en el centro. Rovaniemi es una ciudad totalmente moderna ya que fue reconstruida después de la segunda guerra mundial igual que le pasó a muchas ciudades finlandesas. Casi todas las casas eran de madera y no sobrevivieron a incendios y bombardeos. Aunque oficialmente ya estábamos fuera del fenómeno del sol de medianoche (que terminó a mediados de julio), a las 12:00 de la noche, después de cenar, el día seguía reinando; ya en la habitación, Ana se levantó a la una y a las tres de la madrugada y en ningún caso había noche, con una luminosidad en el cielo realmente especial y singular. En la foto puede verse como son las noches aquí.
Rovaniemi está en el borde del Círculo Polar Ártico donde durante dos meses al llegar el verano no hay noches y, en paralelo, lo mismo ocurre con el día en el epicentro del invierno. En el mapa puede verse el área concreta al que que afecta.
Y al día siguiente, después de comprobar que en el bufé del desayuno también hay salmón! que, por supuesto, no hay quien pruebe a esas horas de la mañana salvo que seas finlandés o sueco, los recelos de Juanma no fueron suficientes para disuadir a Ana de visitar Santa Claus Village, que todo el mundo se puede imaginar lo que es: no un parque temático, pero casi: souvenires, tiendas y actividades alrededor de la figura de la versión nórdica de los Reyes Magos. Una verdadera horterada repleta de renos de peluche y motivos navideños muy apropiados para el 29 de julio. Éso sí, nos escaqueamos de que nos hicieran la foto con el figurante correspondiente porque ya era demasiado. Un empalago de felicidad.Hicimos la foto de rigor al entrar en el Círculo Polar y por supuesto en el lugar en cuestión, donde coincidimos con una excursión organizada de españoles. Qué raro!. Aprovechamos para que nos hicieran una foto juntos. Ahí se ve que estamos a más de 3800 kilómetros de Madrid.
A la hora de seguir la ruta Juanma (emulando a sus amigos Pepe y Jaime) consideró inevitable darse un baño en un lago antes de salir del Círculo Polar, pero Ana no lo secundó porque consideró que le faltaba un poco de calor, con lo que tuvo que hacerlo en solitario. Hacía sol y 17 grados de temperatura; el agua estaba fresca, pero menos que en Vigo en verano. Una gozada y la foto que lo prueba y que hizo la fedataria oficial, aunque hay más.
La otra novedad del día fueron los renos. Cada poco aparecían carteles en la carretera advirtiendo de su existencia. No los tomamos en serio hasta que el coche que iba delante frenó de improviso: un reno paseaba por la calzada con toda tranquilidad. Le hicimos una foto apresurada creyendo que sería el único, pero a lo largo del día la escena se repitió media docena de veces, tantas que teníamos que conducir pensando también en ellos, y por su color en la distancia no son fáciles de reconocer. Es un animal precioso, con unos cuernos peludos impresionantes. El rebaño de la otra foto lo localizamos en una estación de esquí en el Himalaya finlandés (!540 metros de altura!), al que llegamos poco después, pero esa historia queda para el siguiente capítulo. En un país llano-llano como este, un montecito de ese nivel es todo un obstáculo y una verdadera atracción. Bueno, todavía queda mucho por contar, así que...continuará.

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