jueves, 31 de julio de 2008

A la búsqueda de Santa Claus (Laponia I)

Venir a Finlandia tres semanitas y olvidarse de Santa Claus sería un desdoro. Eso pensamos nosotros, por lo que decidimos visitar sus dominios y así evitar que se tomara la venganza de no traernos nada por Navidad. Para ello nos montamos una excursioncita al norte del país a fin de visitar sus dominios, o sea Laponia (Lappi en finés). Contando con coche la cosa es sencilla, aunque es preciso hacer unos pocos kilómetros y aquí no han destinado, como nosotros, los fondos europeos a la construcción de infraestructuras. Así, el lunes pasado salíamos con la fresca para hacer de una tacada Tampere-Rovaniemi, la capital de Laponia, ciudad situada a unos kilómetros de la línea del Círculo Polar Ártico. Este fue, más o menos, el mapa de nuestro recorrido
Como prueba de que estamos en una zona del planeta donde en verano el día es eterno y, dicen, en invierno ocurre lo mismo con la noche, a las 7:30 el sol estaba en Tampere muy alto y por la noche, casi a las 22:00, en Rovaniemi parecía media tarde. Los Ahonen nos habían preparado una ruta de casi 2.000 kilómetros que nos planteamos realizar en tres días, pero no calculamos bien. La completamos casi en su totalidad, pero nos hubiera hecho falta un día más para hacerla con mayor tranquilidad. Qué se le va a hacer, cosas del directo. Menos mal que los días son muy largos y el esfuerzo mereció la pena.
Enfilamos la carretera en dirección a Pietarsaari, en la costa del Golfo de Botnia, para seguir subiendo junto al litoral hasta Kemi, a unos pocos kilómetros de la frontera con Suecia, y desde allí dirigirnos a Rovaniemi. Hicimos una paradita en uno de los lagos que nos topamos por aquello de estirar las piernas y tomar un cafecito. Lo primero fue posible y caminamos por una pasarela de madera que comunica dos zonas de este lago y donde una pareja de lugareños se dedicaba a la pesca. El café quedó para otro momento; el bar-restaurante de carretera abría a las 10:00 (??) y faltaban veinte minutos. Decidimos seguir la ruta y paramos un rato en Seinajoki con el objetivo de ver una de las actuaciones (ayuntamiento, iglesia, biblioteca y teatro) más conocidas del arquitecto Alvar Aalto, pero de él contaremos cosas y pondremos fotos en el siguiente capítulo porque tiene mucho interés.
Así que aplazamos el tentempié hasta las dunas de Kalajoki, que nuestros anfitriones nos habían señalado como parada. Llegamos al mediodía y nos dimos un paseo. Es un entorno dunar que a nosotros podía no llamarnos especialmente la atención, pero que con el tipo de costa de aquí sin duda se sale de lo corriente. Hacía mucho viento y no vimos a nadie bañándose pues hacía fresquito (unos 19 grados). Además, cubría tan poco que a cien o doscientos metros de la costa había gente paseando con el agua por los tobillos. Por nuestra parte encontramos un hostal-restaurante donde con una vista magnífica comimos aceptablemente bien. Las casetas de la foto eran las únicas en la inmensa playa y nos llamaron la atención porque estaban como desubicadas, colocadas de manera aleatoria y sin nadie a su alrededor, casi un montaje.
A media tarde la siguiente -y última- parada fue Oulu, ciudad industrial con una pujante universidad donde van muchos Erasmus españoles de carreras técnicas. No teníamos referencias y nos gustó bastante. Este era el edificio del ayuntamiento (en finés "raupugintalo") de finales del XIX, que aquí es mucho, aunque en otras ciudades europeas sería antes de ayerPaseamos por la zonas peatonales del centro, muy animadas, y llegamos hasta el puerto, donde Juanma se hizo una foto con una estatua que, quizás, pretende homenajear a los guardias municipales de aquí y que podría firmar Botero.
Nos gustó la recuperación de la zona porturia, donde una serie de almacenes han sido reconvertidos en locales de ocio y restauración y conviven aparentemente sin problemas con un barrio residencial. Una vez más reconfirmamos que las ciudades finesas no son nada del otro mundo para nuestros criterios dada su juventud, pero pese a ello han sido diseñadas con un respeto al medio ambiente y un ansia por disponer de espacios libres, zonas verdes y rechazo a la masificación que producen envidia. Éso y la contribución de los ciudadanos, ya que ver un plástico tirado o una construcción fuera de tono en una casa es rarísimo.
Esta foto es de una zona totalmente nueva.
Desde aquí enfilamos hasta Kemi y, ya por el interior, la carretera con destino a Rovaniemi. De inmediato se redujo el tráfico y empezamos a notar que había menos pobladores. Las granjas y las viviendas se espaciaban, pero el paisaje seguía siendo el mismo: bosques, lagos y una discretísima presencia del hombre. Varias veces tuvimos que parar por obras que inutilizaban un carril. Otra vez tuvimos que detenernos por una cola de coches mientras bomberos y policías retiraban a un camión que se había salido de la carretera. Es el primer accidente que hemos visto. Por el camino comprobamos que en muchos puntos de las carreteras han colocado marquesinas enxebres para esperar el autobús; suponemos que en invierno serán vitales. A la capital lapona llegamos tarde, pero con la misma luz que si fueran las cuatro de la tarde. Nos costó un poco encontrar el City Hotel que, de todas formas estaba en el centro. Rovaniemi es una ciudad totalmente moderna ya que fue reconstruida después de la segunda guerra mundial igual que le pasó a muchas ciudades finlandesas. Casi todas las casas eran de madera y no sobrevivieron a incendios y bombardeos. Aunque oficialmente ya estábamos fuera del fenómeno del sol de medianoche (que terminó a mediados de julio), a las 12:00 de la noche, después de cenar, el día seguía reinando; ya en la habitación, Ana se levantó a la una y a las tres de la madrugada y en ningún caso había noche, con una luminosidad en el cielo realmente especial y singular. En la foto puede verse como son las noches aquí.
Rovaniemi está en el borde del Círculo Polar Ártico donde durante dos meses al llegar el verano no hay noches y, en paralelo, lo mismo ocurre con el día en el epicentro del invierno. En el mapa puede verse el área concreta al que que afecta.
Y al día siguiente, después de comprobar que en el bufé del desayuno también hay salmón! que, por supuesto, no hay quien pruebe a esas horas de la mañana salvo que seas finlandés o sueco, los recelos de Juanma no fueron suficientes para disuadir a Ana de visitar Santa Claus Village, que todo el mundo se puede imaginar lo que es: no un parque temático, pero casi: souvenires, tiendas y actividades alrededor de la figura de la versión nórdica de los Reyes Magos. Una verdadera horterada repleta de renos de peluche y motivos navideños muy apropiados para el 29 de julio. Éso sí, nos escaqueamos de que nos hicieran la foto con el figurante correspondiente porque ya era demasiado. Un empalago de felicidad.Hicimos la foto de rigor al entrar en el Círculo Polar y por supuesto en el lugar en cuestión, donde coincidimos con una excursión organizada de españoles. Qué raro!. Aprovechamos para que nos hicieran una foto juntos. Ahí se ve que estamos a más de 3800 kilómetros de Madrid.
A la hora de seguir la ruta Juanma (emulando a sus amigos Pepe y Jaime) consideró inevitable darse un baño en un lago antes de salir del Círculo Polar, pero Ana no lo secundó porque consideró que le faltaba un poco de calor, con lo que tuvo que hacerlo en solitario. Hacía sol y 17 grados de temperatura; el agua estaba fresca, pero menos que en Vigo en verano. Una gozada y la foto que lo prueba y que hizo la fedataria oficial, aunque hay más.
La otra novedad del día fueron los renos. Cada poco aparecían carteles en la carretera advirtiendo de su existencia. No los tomamos en serio hasta que el coche que iba delante frenó de improviso: un reno paseaba por la calzada con toda tranquilidad. Le hicimos una foto apresurada creyendo que sería el único, pero a lo largo del día la escena se repitió media docena de veces, tantas que teníamos que conducir pensando también en ellos, y por su color en la distancia no son fáciles de reconocer. Es un animal precioso, con unos cuernos peludos impresionantes. El rebaño de la otra foto lo localizamos en una estación de esquí en el Himalaya finlandés (!540 metros de altura!), al que llegamos poco después, pero esa historia queda para el siguiente capítulo. En un país llano-llano como este, un montecito de ese nivel es todo un obstáculo y una verdadera atracción. Bueno, todavía queda mucho por contar, así que...continuará.

sábado, 26 de julio de 2008

Estamos en la semana "Tampere Tunnetuksi ry"

Llevamos tres días de relajo absoluto, moviéndonos por la ciudad y alrededores. Sólo cogimos el coche para ir al super a comprar. Los días son largos, a las once de la noche todavía hay bastante claridad, ya que se hace de noche muy lentamente y a la cuatro de la mañana ya es día total. Desayunamos y cenamos tranquilamente en el porche porque la temperatura es estupenda. No se puede pedir más. Eppu también está feliz, todo el día fuera de casa. En la foto no está muerto (aunque haya quien no le tiene el más mínimo cariño) sino simplemente sobado al sol en el jardin.
Por lo demás, venir de vacaciones en verano a Tampere, como ya nos ha pasado en muchas ocasiones en otros sitios, tiene ciertas similitudes con ir a cualquier localidad española: en ambos casos corres el riesgo de coincidir con las fiestas patronales o cosas parecidas. Esta vez no sabemos si son patronales o simplemente la excusa para darse unos días de fiesta, pero durante una semana se celebra la "Tampere Tunnetuksi ry" que viene a traducirse por el "Festival de las Flores" de Tampere. El viernes fuimos a la plaza central de la ciudad, la Keskustori, donde a una hora tan extraña para nosotros como las tres de la tarde tenía lugar la ceremonia de apertura y la entronización de la reina de las fiestas la "floral princess" y el "Floral Major", según las guías un "ciudadano prominente". Esta era la princess, muy mona, como se puede comprobar. En la plaza había una orquesta amenizando, e instalados puestos de comida y bebida y muchos también de dulces, a los que parecen muy aficionados. También una gran carpa, por aquello del riesgo del mal tiempo aunque ese día servía para librarse de un caluroso sol. Como era nuestra hora de comida probamos un plato combinado de varias cosas que no estaba mal y que, invariablemente, tenía salmón. En el mismo sitio celebraron una especie de concurso entre personas, fundamentalmente mujeres, vestidas con motivos florales a ver cual iba mejor según no se sabe qué criterio. Resultó divertido aunque totalmente pueblerino. Las señoras subían al estrado y se marcaban un paseíllo. Para un rato después estaba anunciada la cabalgata de las flores, un desfile a medio camino entre comparsas carnavaleras y grupos de gente que se vistieron en su mayoría de floripondios. Engalanaron los coches y se lo pasaron en grande.Había música, un grupo de coches antiguos abriendo la marcha y hasta unos acróbatas para dar algo de color. También pasaron un grupo de deficientes que se esforzaban a tope con su número y fueron recompensados con calurosos aplausos. En cualquier caso, un desfile voluntarioso, así como un poco de fiesta de pueblo, pero nada del otro mundo, aunque, a juzgar por los miles de espectadores, del agrado de los vecinos. Estos iban bastante bien caracterizados de "Chicos del Coro".
A media tarde, tras este chute de inmersión tampereña, decidimos acercarnos al lago Näsijärvi para darnos un chapuzón. En esa zona hay hasta una sauna pública y la gente alterna el rato en la sauna con la inmersión en el lago, sea invierno o verano. Ha sido un fin de semana megacaluroso para lo que debe ser el verano finlandés y yo creo que hasta hoy domingo hemos llegado a diario a los 30 grados. Así que como hemos estado en plan tranquilo, ha coincido que en tres días nos hemos bañado en tres lagos diferentes. Con carácter general, utilizamos las bicis para movernos y con un plano nos apañamos para llegar a los sitios. A lo de las bicis le vamos cogiendo el gusto, especialmente por que casi no hay cuestas, aunque la entrepierna de Juanma se queja bastante por la falta de costumbre. Los ciclistas están a todos los efectos equiparados a los peatones y por éso circulan por las aceras que son muy anchas y por el centro tienen simplemente dibujada la línea de las bicis. Por aquello de seguir de lagos y de festejos populacheros el sábado elegimos un viaje a la isla Viikinsaari, donde los vecinos de Pispala celebraban otra fiesta. No fue premeditado, pues ya habíamos cubierto el cupo de festejos populares, simplemente coincidió. Se encuentra en medio de uno de los lagos de Tampere, el Pyhäjaärvi, que es una reserva natural y se tarda 20 minutos en llegar en un barco idéntico a los de Cangas .Allí hay unas instalaciones en madera tipo balneario de antes, pero un poco ajadas, aunque curiosas. Un folleto informa de que la capilla de la isla es muy utilizada para bodas, aunque nos llevamos la sorpresa de que el hall y sus dos habitaciones no totalizan 20 metros cuadrados por lo que cabe suponer que entrarán sólo los interesados y, como mucho, los padrinos. Esta foto es del restaurante que en finés se dice "ravintola".
El resto de la isla es un bosque maravilloso y limpio, totalmente natural, como casi todo aquí, con un paseo que la circunda, varias grandes explanadas de césped y algunas zonas para jugar a fútbol o voleibol. Había cientos de pesonas, casi todas familias con niños (parejas muy jóvenes con dos y tres niños son habituales) y personas de edad. Localizamos también una zona para bañarnos y tomar un poco el sol, pero tuvimos que huir al poco rato. Estaba infestada de unas hormigas en apariencia normales pero que te picaban, provocando unas ronchas rojas y un picor molestísimo. Antes de irnos localizamos junto al balneario en una sala de grades dimensiones, como casi todo aquí en madera, donde un grupo músical animaba el baile en parejas de un nutrido grupo de personas de bastante edad; por su aspecto, ropa y manera de moverse tenían un algo raro, pero no supimos bien que era.
Hoy domingos decidimos buscar un lago cercano a nuestra casa para ir andando y dar descanso a las bicis y a nuestros traseros. Las fotos de los lagos son muy parecidas y casi nos cuesta diferenciar unos de otros cuando las bajamos de la cámara. Que no cause extrañeza la existencia de tanto lago; según la guía que manejamos el último censo cifra en 188.000 los existentes en un país poco más que la mitad de España en extensión y con algo más de cinco millones de habitantes. A dos o tres kilómetros encontramos un lugar encantador, el lago Särkijärvi, que se podría describir como los demás que hemos visto (bosque hasta el mismo borde del agua, tranquilidad, zona de hierba en el área de bañ0 y aguas a una temperatura adecuada, ni frías como en Vigo ni tampoco tipo Mediterráneo) pero fue el que más nos gustó de los conocidos hasta ahora y tiene la ventaja de que está a media hora andando de casa por un camino precioso. Esta es la zona donde nos bañamos. Como siempre, había unas cuantas personas tomando el sol, niños casi silenciosos y, sobre todo, muchísima tranquilidad.Con este día relajado nos preparamos para el viaje que iniciamos mañana a Laponia. Estaremos tres días y el primero queremos llegar de una tirada a Rovaniemi, donde Santa Claus tiene su casa, como todos sabemos de cuando éreamos pequeños. A la vuelta lo contaremos.

jueves, 24 de julio de 2008

Recorrido por el archipiélago de Turku

De las excursiones que pensamos hacer en estas tres semanas en Finlandia el jueves llevamos a cabo la primera: una visita a Turku, la tercera ciudad del país con casi la misma población que Tampere, que es la segunda, y con la que mantiene una gran rivalidad. La primera, obviamente, es la capital, Helsinki. Turku fue la capital durante varios siglos y quizás por eso se toman muy en serio su ciudad. Como se ve en el mapa está al sur del país y es el punto de entrada de numerosos ferrys que vienen desde Suecia, relativamente cerca.Salimos pronto de casa, a las 8:00, y comprobamos que la red de autovías de España es algo a valorar. De los 150 kilómetros que separan ambas ciudades solo tuvimos autovía los primeros 25 al salir de Tampere y unos 20 antes de Turku. El resto es una carretera normal, aceptable, con la ventaja de que el tráfico no es excesivo y los camiones se cuentan con los dedos de la mano. Por tanto, se viaja con cierta comodidad, pero no como en autovía. También llama la atención que no se pasa ni por pueblos ni por ciudades y eso también ayuda. La velocidad máxima es también 120 y en general se conduce más despacio que en España aunque algún anormal también hay.
La mayor parte del día lo dedicamos a recorrer las principales islas del archipiélago de Turku, a las que es más fácil acceder. Es un lío de islas impresionante y nosotros hicimos un primer círculo ya que las Aland están prácticamente en Suecia.En total son varios miles y están declaradas parque nacional. Hay tantas y a veces están tan pegadas que se comunican por puentes; otras veces hay unos cientos de metros y existen ferrys que se dedican a ir y venir, por lo que tienes que esperar unos minutos. Hicimos el Archipielago Trail, un recorrido circular, casi sin saberlo al principio. Había bastantes turistas, numerosas autocaravanas, pandillas de moteros con Harleys y muchos ciclistas haciendo el mismo recorrido que nosotros. A veces la distancia entre las islas es mayor y el recorrido durante un rato, hasta de 35 minutos, pero en todos los casos, salvo en uno, el servicio es gratuito y eficaz. Suponemos que para subvencionar a las personas que viven allí. El día nos deparó imágenes idílicas como éstas
Empezamos en Parga, seguimos por Nauvo, Korpo, Houstskar hasta Mossala. Aquí el servicio se interrumpe ya que hay una cierta distancia hasta Inio. Sin embargo, una empresa privada ha puesto un ferry durante cuatro meses en primavera y verano para que se pueda completar el recorrido circular. Este es el que hay que pagar, 25 euros los dos y el coche. Desde esta última isla seguimos hasta Kustavi para despuès volver al continente y por una carretera costera regresar a Turku. Ana dice que fueron nueve ferrys, pero con toda seguridad disfrutamos de un empacho de mar y vistas impresionantes. Fue bárbaro. En la siguiente foto está Ana apoyada en una lancha de salvamento que pone Turku-Abö, que en realidad es lo mismo. Viven una esquizofrenia idiomática muy curiosa ya que es una zona en la que se habla por igual finés y sueco que, por lo visto (no porque lo hayamos constatado, que todo nos suena igual de extraño) no tienen nada que ver. En resumen, todos los nombres los ponen en los dos idiomas, con lo cual los carteles son un verdadero lío toponímico.Contábamos con darnos un rato de relajo y bañarnos al mediodía, pero no hubo tiempo porque había que estar al loro de los horarios ya que algún ferry terminaba a las seis y podíamos quedarnos varados en una islita (que a lo mejor había estado bien). Antes de llegar allí no teníamos claro el recorrido y una vez liados con el encadenamiento de los ferrys no hubo nada que hacer, pero fue estupendo, un lujo para la vista y los sentidos. En una de las esperas, aprovechamos para tomar algo pues aunque están muy poco pobladas, siempre aparece algún bareto para matar el gusanillo.
A media tarde recalamos en Turku. La ciudad más antigua de Finlandia es agradable, pero tiene escasos vestigios de su dilatada historia que data del siglo XIII. Las guías dicen de Turku que es la única ciudad finlandesa con características de la Europa Occidental, pues todas las ciudades medievales europeas tienen cuatro cosas en común: un río para el transporte, una catedral para el poder religioso, un castillo que representa el poder secular y, por último pero no por ello menos importante, una plaza de mercado para las transacciones comerciales. Localizamos las cuatro cosas. La catedral, del siglo XIII, con un exterior interesante pero menos el interior, un poco demasiado austero . Lo han recubierto de un enfoscado gris y es muy oscura. Tampoco tiene retablos ni imágenes, pero había cientos de visitantes. Desde aquí fuimos andando por la vera del paseo fluvial hasta el castillo; sabíamos que había distancia, pero menos de la que al final resultó para un edificio del que quizás podíamos haber prescindido. También vimos, ya de recogida, la plaza del Mercado.Eso sí, el paseo estaba animadísimo, lleno de gente, con algún mercadillo, puestos de comida y actuaciones musicales. En el extremo final están instalados en el río Aurajoki algunos barcos, sin duda venidos a menos, que albergan restaurantes y similares. Había mucha gente por todos los lados y personas tomando el sol en los jardines; el invierno aquí es muy duro y cuando el tiempo lo permite intentan recuperar las carencias de los largos meses de frío y oscuridad.
Así que después de un día tan completito compramos para cenar guisantes naturales, que hubo que desenvainar, frambuesas y fresas, que te ofrecen en multitud de puestos callejeros en todos las ciudades, y llegamos a Tampere a las diez de la noche, todavía con sol .

miércoles, 23 de julio de 2008

Increíble pero cierto: salió el sol y los Serrano triunfan en Finlandia

Esta es una foto del jardín a primera hora de la mañana. Como suele ser su costumbre, Ana se despertó sobre las cuatro y ya era totalmente de día. Las nubes parecían batirse en retirada hacia el norte y del sur venía un cielo despejado estupendo. Como se puede ver, el jardin se confunde con el bosque y es que aquí sólo hay cierres, siempre vegetales y bastante livianos, con las parcelas vecinas pero no hacia el fondo. Igualito que lo nuestro.



Tras dos días y medio de nubes y chubascos amaneció soleado. Nos estimuló tanto que a las diez de la mañana (Javi, chapeau por resolvernos el enigma de la eñe) ya estábamos levantados, desayunados y listos para iniciar la jornada. Pese a nuestro natural madrugador, los dos días anteriores se nos habían pegado las sábanas. Optamos por bajar a Tampere en bicicleta (unos 7 kilómetros) ya que existe carril bici por todos los sitios y así nos evitábamos andar a vueltas con el coche o el autobús. Fue una buena elección, sobre todo a la ida ya que más bien es cuesta abajo. Por lo demás, la ciudad está llena de aparcamientos para bicicletas y no parece que haya riesgos de robos (eso, y el candado que tienen incorporadas). Aquí está Ana haciendo patria de camino con la camiseta del Kumano Kodo 2010, lista para partir pedaleando.


Lo más entretenido del día fue la visita al museo del barrio obrero de Amuri, una curiosa experiencia en Tampere de viviendas para los currantes en las que se compaginaban zonas comunes y particulares. Fue un barrio de casas de madera que empezó a construirse en 1882 y permaneció en ruta hasta 1973. Llegaron a ser 29 manzanas con 5.300 habitantes. Cada una de las manzanas constaba de una serie de casas de una altura formando un rectángulo con cuatro puertas y en el centro una sauna y otras instalaciones comunes. En cada bloque había una serie de viviendas, cada una con una cocina común en el centro y cuatro habitaciones en los extremos; en cada habitación, de unos 15 metros cuadrados, vivía una familia entera. Obviamente no había intimidad, pero al menos tenían lo indispensable y cada cuarto contaba con una chimenea alimentada desde la cocina común, algo vital aquí. Anotad el dato: pese a la estrechez, en muchas habitaciones-vivienda había algún realquilado. Para los amantes de las anécdotas. De dónde viene el nombre de Amuri?. Muy sencillo. En la ciudad siberiana de Amuri, situada en las quimbambas, se estableció en la década de 1860 una colonia de gente de Tampere. Al construirse este barrio, como estaba entonces lejos del centro se le dio el nombre de Amuri. Hoy está en el corazón de la ciudad.En los años 70 se planificó la rehabilitación del barrio consistente en cargarse todas las casas de madera y hacer bloques de pisos, xeitosos y con muchas zonas verdes pero bloques, al fin y al cabo. Afortunadamente, tuvieron la magnífica idea de mantener una manzana y convertirla en museo. Cada casa mantiene los muebles de una etapa determinada, junto con los enseres de cocina, ropa, fotografías y tal, lo que te permite hacerte una idea de cómo vivían. Pese a sus estrecheces, nada que ver con lo que podía ser la situación de la clase obrera española en momentos similares. También se han mantenido algunos comercios (panadería, mercería) y juguetes de los niños. Ana aparece en la foto con un coche de niño de los años 30 de lo más gracioso.
Lo más llamativo nos ocurrió al final. Una de las guías del museo, Hanelle, se dirigió a nosotros en un buen español, para nuestra sorpresa. No sabemos si existe un español que sepa finés, pero desde luego no lo conocemos. Tened en cuenta que aquí los chavales además del finés estudian sueco (por motivos políticos, ya es que un idioma cooficial que se habla en la zona del mar Báltico y en las islas Alland, que en su día fueron suecas) y también inglés, en la práctica el segundo idioma del país. Por tanto, para ella era el cuarto idioma. Esta chica ha visitado en varias ocasiones España y charlamos con ella un rato sobre sitios interesantes para visitar. Nos dejó de piedra cuando nos dijo que el español era ahora mismo un idioma de moda en Finlandia que mucha gente había empezado a estudiar. Motivo, ni mucho menos el interés por nuestro paìs ni el trabajo que pueda desarrollar el Instituto Cervantes. La causa radica en que la serie de TV Los Serrano ha tenido un éxito espectacular y generado un gran interés por España. Cousas veredes.
Tras semejante mazazo decidimos recuperar fuerzas en el Market Hall, que data de 1901. Además de un mercado con todo tipo de productos y una arquitectura interesante existen también puestos con comida preparada que puedes consumir allí o llevarte. Por haber había un puesto de máquinas tragaperras, superconcurrido. También los hemos visto en los supermercados. Este era un puesto de pescado prácticamente monotemático: salmón, salmón y salmón, éso sí con una pinta bárbara. Ya lo hemos probado en varias versiones y está muy bueno, a pesar de que en España no lo solemos tomar. Es muy distinto. Tomamos un tentenpié y lo acompañamos como bebida con una especie de jugo de grosellas, de sabor agradable pero tan fuerte que era preciso rebajarlo con agua. Vimos también unas salchichas negras, semejantes a nuestras morcillas, que Hanelle nos dijo que eran típicas. Un día de estos las probaremos.

Para rematar nos fuimos, siempre andando, a conocer el parque Pyynikki, en un extremo de la ciudad, donde existe una torre desde la que se contempla una panorámica general. Es un lugar agradable, a trozos parque y otros casi un bosque, lleno de gente paseando, haciendo footing o paseando perros. También hay una playa sobre el lago Pyhäjärvi con una enorme explanada de hierba para tomar el sol. Como veis en la foto, hoy estaba a rebosar, aunque nada de topless que son muy recatados, igual que en Suecia.

Nosotros también hicimos un alto en el camino para disfrutar un rato. Probamos unos dónuts recién hechos y deliciosos de la misma cafetería de la torre pues al parecer son típicos. Desde la torre se ven claramente los dos lagos de Tampere, que están unidos por un rio. En este, el Pyhähärvi (toma nombrecito), hay unas islitas a las que se puede llegar en un barco, tipo los de Cangas. Un día iremos.

En esta completita jornada también dimos un paseo por el área de Finlayson, lo que en su día, a comienzos del XIX, fue una gigantesca fábrica de algodón y productos textiles con 3.000 obreros. A principios del siglo XX se valoraba como una novedad importantísima que llegaron a dar a los trabajadores tres días de vacaciones pagadas. Era casi una ciudad dentro de Tampere, con su propia tienda, donde se manejaba dinero propio de la fábrica, hospital, escuela, etcétera. Ha sido reconvertida en zona de ocio y cultura, con locales nocturnos, tiendas, museos (del espionaje, de la máquina de vapor, etc.), en lo que se conoce como centro comercial Siperia. Fue solo un vistazo, pero la idea es volver. En la ciudad existen varias chimeneas industriales como la de esta factoría, herencia sin duda del pasado de Tampere como principal centro fabril de Finlandia, dedicado sobre todo al textil: lino, algodón...etc. Para los que no lo sepan, a 12 kilómetros está el pueblo de Nokia, del que no es preciso decir que fábrica acoge; fuimos hasta allí el otro día pero no hay nada que contar. No tiene el menor interés.
Nos ha llamado la atención la cantidad de museos que existen en esta ciudad pese a que solo cuenta con 200.000 habitantes. Para nuestros esquemas no parece proporcionado. El de hoy lo disfrutamos con un librito en francés que nos permitió enterarnos de casi todo; no sabemos como es la cosa en los demás.
Y de vuelta a casa, un rato de retozo al sol ya de poniente pues hoy no toca sauna. La probamos ayer después de algunas dudas y resultó muy placentera, más de lo que esperábamos, pero las instrucciones indican que lo adecuado son dos o tres veces por semana. Eso sí, no tuvimos en cuenta los consejos de los Ahonen: aseguran que en Finlandia la costumbre es ir a la sauna con cerveza fría y algo para picar. Sorprendente.